12 de abril de 2009

El monocultivo soja es ecológicamente insostenible

El monocultivo es ecológicamente insostenible, sanitariamente peligroso, financieramente inviable, y socialmente insoportable”, declaró el Ingeniero Agrónomo René Piamonte Peña, en la Jornada Debate ¿Es sustentable nuestra agricultura?, organizada por la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional del Litoral, en la ciudad de Santa Fe.


Piamonte Peña es brasileño, trabajó en docencia e investigación en universidades de su país, y actualmente reside en la Argentina, donde se desempeña como consultor de proyectos para América Latina.


“El monocultivo se basa en la lucha contra la naturaleza, rompe el equilibrio ecológico, y termina con la biodiversidad. Con esto perdemos la caja de ahorro de nuestro futuro”, dijo el brasileño, quien responsabiliza directamente a “la industria petroquímica de la desaparición de medianos y pequeños agricultores, del éxodo rural” y de la pérdida del equilibrio ecológico.


Respecto de las semillas genéticamente modificadas, hace poco incorporadas en algunos Estados de Brasil, opinó “que se trata de una tecnología que está en total contraposición con el desarrollo de una agricultura sostenible u orgánica: es una tecnología que dialoga mucho más con los intereses de las empresas que con los agricultores, y mucho menos con los consumidores. Es muy claro que con la tecnología transgénica un país no va a fortalecerse, sí muchos intereses económicos. Creo que debería reemplazarse por otras opciones”, agregó.


“La gran pregunta es hasta cuándo es sostenible este modelo. Qué pasa si los precios de la soja bajan; qué pasa si China, que es el gran comprador, deja de querer soja transgénica. Hoy en día es un negocio, pero qué pasará en el futuro. Por eso apostamos a otro tipo de agricultura, que tiene más que ver con el desarrollo rural y con la sostenibilidad económica local y nacional”, indicó.


Víctor Trucco, presidente de la Asociación Argentina de Productores de Siembra Directa
(AAPRESID), son “puros cuentos basados en mentiras” las opiniones que ubican al monocultivo del lado contrario al desarrollo de un país y de su campo.


Trucco participó del panel “Monocultura y diversidad permanente” brindando otro punto de vista: la siembra de soja es una oportunidad, no una amenaza. “Una persona necesita calorías, proteínas, agua, minerales, vitaminas, para vivir. La principal proteína del mundo es la soja y es lo que estamos produciendo: algo que es vital para el hombre”, dijo.


— Visto de esa manera pareciera ser que la soja viene a solucionar los problemas de la humanidad.
— No hay panacea. La vida está llena de problemas, nada más que se superan poco a poco. Antes el 90 % de la humanidad era miserable, hoy son menos. Los problemas se van superando.


— Pero todo progreso tiene una contracara, que es la exclusión...
— Es que en el caso del sector agropecuario las actividades han cambiado. En Esperanza, Rafaela, San Jorge están mejor que nunca: no hay desocupación. Lo que pasa es que hay una cantidad de contenidos ideológicos detrás de esto. Dicen que solamente es un negocio de las multinacionales... pero con ese criterio, no tomemos una aspirina, no tomemos medicamentos de Roche ni usemos tomógrafos computados porque son de Siemens. A uno le puede gustar que la sociedad sea así o no, pero no se puede negar que la aspirina cura el dolor de cabeza. Si no fertilizamos, no sembramos, vamos a tener una producción similar a la que había en los ‘40. Pero eso es plata y no vivimos de la plata, parece. Parece que vivimos de las palabras.


La sostenibilidad de la agricultura


Francisco Caporal, miembro del Departamento Nacional de Asistencia Técnica y Extensión Rural del Ministerio de Desarrollo Agrario de Brasil, dijo: “Necesitamos otro estilo de agricultura”.


Para el funcionario son necesarias nuevas alternativas de desarrollo sostenible, básicamente enfocadas en el fortalecimiento de la agricultura familiar. Caporal disertó en la Jornada ¿Es sustentable nuestra agriculturización?, en la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional del Litoral.


— ¿Cuál es la experiencia brasileña en torno del monocultivo de soja?
— Brasil está preocupado por el avance de la soja hacia la Amazonia, al norte de Brasil, en su zona tropical, que significa mucho en términos de impacto ambiental. Creemos que es necesaria una estrategia orientada a la búsqueda de un desarrollo sostenible, y para eso Brasil está trabajando en fortalecer la agricultura familiar y la puesta en marcha de un programa fuerte de reforma agraria. El presidente Lula lanzó el nuevo Programa Nacional de Reforma Agraria, por el cual se pretende asentar a más de 100.000 familias de agricultores. De esta manera se pretende fortalecer la agricultura familiar, particularmente con más crédito para ellos y su producción.


Este año el Programa de Créditos para la Agricultura Familiar aportó 5,4 millones de reales, para impulsar los programas de producción de alimentos principalmente. La estrategia es crear acciones de desarrollo sostenible muy basadas en la agricultura familiar de Brasil.


— Pareciera que la discusión está en si la siembra directa es la salvación de las economías o su condena. ¿En qué posición se ubica?
— En ninguna de las dos. De cualquier manera creo que el debate es que todos los monocultivos son insostenibles. Y seguramente la soja también. Desde el punto de vista social, expulsa a la gente del campo; reduce la mano de obra que se utiliza en agricultura; es insostenible desde el punto de vista ambiental, porque produce un desequilibrio ecológico total; y desde el punto de vista económico genera graves alteraciones.


— ¿Cómo ve el futuro de países o regiones que actualmente dependen del monocultivo?
— No puedo hablar de la Argentina, pero sí de la realidad de Río Grande do Sul, que es semejante. En ese lugar hay una siembra cuatro millones de hectáreas de soja, que desplazó otros cultivos, principalmente el maíz. El día en que la soja no sea un buen negocio para los agricultores, para volver a otros cultivos será necesaria una inversión del Estado. Y este es el problema: ¿tenemos la plata para hacer la transición a otro modelo? Es una pregunta que no tiene respuesta todavía.


— Brasil aceptó hace poco la incorporación de la soja modificada a sus cultivos. ¿La incorporará definitivamente?
— Estamos en una fase provisional, porque la ley de bioseguridad sigue en debate en el Congreso. De cualquier manera hay soja transgénica sembrada; en Río Grande do Sul representa el 70 % del total. Pero el debate sigue: Monsanto comenzó a cobrar a los agricultores 60 centavos de real por bolsa de soja producida, y eso va a suponer que esta multinacional va a llevarse un montón de plata. Sin embargo algunos Estados, como Paraná, prohibieron los cultivos, justamente porque no se puede asegurar que no cause impactos en la salud, en la ecología, en el medio ambiente; no hay estudios científicos que lo demuestren. Incluso algunos estados prohibieron el paso de la soja modificada por el puerto.


— ¿Socialmente se acepta el transgénico?
— Más del 60 % de la población de Brasil lo rechaza. Ahora también comenzó a valer la ley del etiquetado, por la cual todos los productos transgénicos o aquellos que hayan sido producidos con OGM deben tener una etiqueta que los identifique.


— ¿Cómo ve el futuro de la agricultura en nuestros países?
— Creo que hay muchas alternativas y que uno tiene que trabajar pensando en esas posibilidades. Si estamos hablando de desarrollo sostenible, éste supone la presencia de agricultores en el campo, supone ampliar las ocupaciones en el medio rural, supone tener agricultores manejando el ecosistema de una forma más adecuada, una agricultura no agresiva hacia el medio ambiente, que se disminuya la contaminación de nuestro suelo, nuestra agua; necesitamos otro estilo de desarrollo y otro estilo de agricultura. Muchos lo están haciendo; aquí en la Argentina hay muchas experiencias interesantes de agricultura de base ecológica. Creo que tiene que pensarse en un programa de mediano y largo plazo, acordado entre los distintos sectores.

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