Nuestro monte chaqueño está desapareciendo bajo una forma de saqueo a la que unos pocos llaman “desarrollo”
Si una persona pasea por el bosque por placer todos los días,corre el riesgo de que le tomen por un haragán; pero si dedica el día entero a especular cortando árboles y dejando la tierra árida antes de tiempo, se le estima por ser un ciudadano trabajador y emprendedor.
Henry D. Thoreau
Henry D. Thoreau
Su inminente desaparición equivale a saquear su riqueza, a sembrar indiscriminadamente la pobreza entre nuestros paisanos, y a condenar a la tierra toda a una inminente esterilidad productiva.
Es una constante en nuestra cultura que cuando el fascismo se instala en la ciudad, la utopía se echa al monte. Los múltiples e indetectables auto exiliados, los exploradores, los que aún tengan más de indio que de “huinka”, están en mejores condiciones de explicarnos la gravedad de una crisis que ya se nos vino encima a todos.
Ahora mismo está ocurriendo que un verdadero autoritarismo se está apropiando de nuestros espacios naturales: desplaza la población, genera desempleo, extranjeriza la tierra, destruye nuestros recursos biológicos, agota los suelos, privatiza el agua, adultera el mismísimo germen de la vida y enferma a la población con cientos de venenos fuera de todo control sanitario. Un régimen que al invadir nuestras últimas fronteras naturales, expondrá a la desaparición a la única cultura que hubiera podido desarrollarse sobre nuestro suelo: La nuestra.Pero en realidad se trata de algo más profundo. Una anomalía insanable de un programa civilizatorio cuyas raíces cuestionan las bases mismas de nuestra presencia biológica. Llamémoslo vida, biodiversidad o sistema ecológico. Recordemos entonces que por él bebemos, de él nos alimentamos y gracias a él nos proyectamos en herencia hacia las generaciones venideras.
Sirva este modesto listado de cosas que ven amenazada su existencia aquí en todo nuestro Chaco (tan igualmente boliviano como argentino o paraguayo) para anticipar lo agudo del umbral de conflicto que enfrentamos ahora por insensata codicia e irresponsable negligencia. No es cierto que exista otro sistema además de la naturaleza, la opción ha sido desde siempre una sola: Defender a Pacha Mama la tierra nuestra. Saquean nuestra flora: En maderas duras como la del Urunday o la del Quebracho, flexibles como la Guayabira o del Timbó, preciosas como la del Guayacán y el Palo Santo, y hasta ultra livianas como la del Palo Borracho. Y en fibras de increíble valor textil como las del Camoatí o del Caraguatá de incomparable resistencia y durabilidad. Entre miles de frutos, nueces y medicinas muchas aún desconocidas por la farmacología moderna.
Desaparece la Fauna: Como el Ñandú especie record en producción avícola dada su inigualable capacidad de ofrecer carne, cuero, plumas, huevos y reproductores todo en una sola especie. Carneas bajo selva como el Agutí y la Paca, o bajo monte como el Pecarí o la Corzuela. Especies que viven en el inhóspito humedal como el Carpincho o el Yacaré. Los exquisitos cueros de nuestras serpientes Curiyú, Nacariná, Lampalagua o La Boa de las Vizcacheras. O peleteras como las Nutrias, Ocelotes y Zorros; sobre las que aún no se practica extracción racional alguna.
Saquean el agua: El agotamiento de los cardúmenes de Sábalo verdadera base de toda la cadena alimentaria, por lo que entraron en regresión todas las especies cazadoras como el Dorado y el Surubí. La severa intoxicación por efluentes cloacales, industriales y ahora también agroindustriales, que terminan en el curso de agua más cercano exterminando toda presencia biológica benéfica. Moluscos, Algas, Ninfas de Insectos, Batracios, Aves Acuáticas, etc. Y sobre todo invalidando el empleo del agua para consumo y riego.
Desertifican el suelo: Que pierde fertilidad, humedad o gradualmente se impermeabiliza. Montes milenarios de los Mocovíes y los Wichis, Bosques de los hijos de la tierra eterna como los Tobas y los Pilagás. Selvas Guaraníes, hogar de nuestras canciones y leyendas. Campos arrebatados al poblador analfabeto porque jamás conocieron al escribano, familias desterradas que sirvieron con sus hijos en cada una de nuestras guerras, hoy privadas de su secular libertad y confinadas a sobrevivir en la exclusión y la periferia. Queda nuestro Chaco así en una profunda pena. Donde hubo sombra hay desierto, y donde el río cantaba de pesca ahora escurre el veneno y la vergüenza de habernos traído la muerte y la miseria hasta la mismísima puerta de nuestras casas.
Es una constante en nuestra cultura que cuando el fascismo se instala en la ciudad, la utopía se echa al monte. Los múltiples e indetectables auto exiliados, los exploradores, los que aún tengan más de indio que de “huinka”, están en mejores condiciones de explicarnos la gravedad de una crisis que ya se nos vino encima a todos.
Ahora mismo está ocurriendo que un verdadero autoritarismo se está apropiando de nuestros espacios naturales: desplaza la población, genera desempleo, extranjeriza la tierra, destruye nuestros recursos biológicos, agota los suelos, privatiza el agua, adultera el mismísimo germen de la vida y enferma a la población con cientos de venenos fuera de todo control sanitario. Un régimen que al invadir nuestras últimas fronteras naturales, expondrá a la desaparición a la única cultura que hubiera podido desarrollarse sobre nuestro suelo: La nuestra.Pero en realidad se trata de algo más profundo. Una anomalía insanable de un programa civilizatorio cuyas raíces cuestionan las bases mismas de nuestra presencia biológica. Llamémoslo vida, biodiversidad o sistema ecológico. Recordemos entonces que por él bebemos, de él nos alimentamos y gracias a él nos proyectamos en herencia hacia las generaciones venideras.
Sirva este modesto listado de cosas que ven amenazada su existencia aquí en todo nuestro Chaco (tan igualmente boliviano como argentino o paraguayo) para anticipar lo agudo del umbral de conflicto que enfrentamos ahora por insensata codicia e irresponsable negligencia. No es cierto que exista otro sistema además de la naturaleza, la opción ha sido desde siempre una sola: Defender a Pacha Mama la tierra nuestra. Saquean nuestra flora: En maderas duras como la del Urunday o la del Quebracho, flexibles como la Guayabira o del Timbó, preciosas como la del Guayacán y el Palo Santo, y hasta ultra livianas como la del Palo Borracho. Y en fibras de increíble valor textil como las del Camoatí o del Caraguatá de incomparable resistencia y durabilidad. Entre miles de frutos, nueces y medicinas muchas aún desconocidas por la farmacología moderna.
Desaparece la Fauna: Como el Ñandú especie record en producción avícola dada su inigualable capacidad de ofrecer carne, cuero, plumas, huevos y reproductores todo en una sola especie. Carneas bajo selva como el Agutí y la Paca, o bajo monte como el Pecarí o la Corzuela. Especies que viven en el inhóspito humedal como el Carpincho o el Yacaré. Los exquisitos cueros de nuestras serpientes Curiyú, Nacariná, Lampalagua o La Boa de las Vizcacheras. O peleteras como las Nutrias, Ocelotes y Zorros; sobre las que aún no se practica extracción racional alguna.
Saquean el agua: El agotamiento de los cardúmenes de Sábalo verdadera base de toda la cadena alimentaria, por lo que entraron en regresión todas las especies cazadoras como el Dorado y el Surubí. La severa intoxicación por efluentes cloacales, industriales y ahora también agroindustriales, que terminan en el curso de agua más cercano exterminando toda presencia biológica benéfica. Moluscos, Algas, Ninfas de Insectos, Batracios, Aves Acuáticas, etc. Y sobre todo invalidando el empleo del agua para consumo y riego.
Desertifican el suelo: Que pierde fertilidad, humedad o gradualmente se impermeabiliza. Montes milenarios de los Mocovíes y los Wichis, Bosques de los hijos de la tierra eterna como los Tobas y los Pilagás. Selvas Guaraníes, hogar de nuestras canciones y leyendas. Campos arrebatados al poblador analfabeto porque jamás conocieron al escribano, familias desterradas que sirvieron con sus hijos en cada una de nuestras guerras, hoy privadas de su secular libertad y confinadas a sobrevivir en la exclusión y la periferia. Queda nuestro Chaco así en una profunda pena. Donde hubo sombra hay desierto, y donde el río cantaba de pesca ahora escurre el veneno y la vergüenza de habernos traído la muerte y la miseria hasta la mismísima puerta de nuestras casas.
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